Siempre he evitado colocar temas que tengan cualquier relación con religión, pero, debido a las fechas, y a que no he escrito nada bueno durante mucho tiempo, decidí publicar mi punto de vista respecto a una de las fiestas más popualares –sino la más popular– de la cultura occidental: la Navidad.
Viniendo de una familia extremadamente cristiana, de niño siempre me enseñaron que la Navidad era la fecha en que habia que recordar el nacimiento del Salvador del mundo, obviamente, fui creciendo y luego de tantos años mi concepcion cambio, pero a pesar de mi agnosticismo, negarme la Navidad es como negar que alguna vez tuve niñez, pues, siempre la recuerdo como un momento de alegría, y al volver a ver las calles iluminadas, sentir el olor a pólvora, degustar el sabor del tamal y del ponche, y –aunque ultimamente no lo he sentido– el olor del pinabete, y son memorias que en la actualidad que me devuelve al pasado lleno de inocencia e ilusiones.
Y aunque hayan quizas muchas razones por las cuales no celebraría dicha fiesta –quiza por paradigmas que he adquirido durante ésta última década de «ilustración científica»–, en donde, a pesar del típico argumento antiimperialista de que la navidad es un pretexto más para alimentar el consumismo occidental (sin mencionar al mítico Santa Claus); hasta el argumento religioso de que es (supuestamente) la fecha en que nacio el Salvador del mundo (cuando en realidad haya sido una fecha dictada por los romanos para acoplarse a su nueva religión), sigue siendo una fecha que sigo disfrutando, que, aunque no con la misma magnitud de antes, tampoco la desprecio.
Por otro lado, dejando a un lado los malos pensamientos, para mí estas fechas de fin de año, desde el 24 al 31, han servido últimamente para reflexionar acerca de mis aciertos y desaciertos durante el año, pues… se tiene que hacer alguna vez en el año, no? y qué mejor manera de mejorar intrapersonalmente que hacer dichas reflexiones en el exquisito frio del solsticio de invierno (epoca de abrigarse y conejear como dirian unos conocidos).
En fin, es una fecha que definitivamente no puedo dejar de disfrutar, a pesar de que, mi forma de pensar es bastante diferente –incluso hasta contraria en varios aspectos– que hace, digamos, 15 años, y, además, ya no espere estos días con las mismas ansias como lo hacia en ese entonces, todavía me alegra saber que he llegado al final de un año más.
No quiero decir Feliz Navidad, por que sonaría hipócrita, para quedar bien con todos, creyentes o no, diré mejor FELICES FIESTAS.